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Un día de mercado, de Vida con mi Papá en 2012.

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8 diciembre, 2024

Para recordar.

Son las 10:45 de la noche del día viernes, en la vereda san Pedro doña Isabel lava los platos de la ultima cena, pero no la de Jesucristo y sus doce apóstoles, si no la de su humilde pero feliz hogar, casi no duerme en esta noche, se recuesta a dormir a las 11:00 pm, para poder dejar todo cuadrado para el día sábado: Casi listo el desayuno y almuerzo; La ropa de su pequeña hija de 8 años, Liliana; También debe quedar listo el fiambre de su esposo, don Roberto, quien debe caminar hasta la vereda Matecaña a coger café; La ropa recién lavada debe quedar planchada y finamente, con una tira roja, de un vestido viejo que ya no pudo usar más, debe marcar diez racimos de guayabos, bananos y plátanos que a las 2:00 de la madrugada debe llevar hasta la plaza de mercado en el municipio de Piendamó.
Es la 1:10 de la madrugada del día sábado y de nuevo doña Isabel está despierta, esperando la “línea” o chiva, como se le conoce turísticamente a este tipo de transporte, que la llevara antes de las 4:00 de la mañana a vender además de los plátanos, unos manojos de cilantro y lechuga que en el patio de la casa cultivo y cosecho.
Algo parecido sucede en la vereda san José, aunque el horario es un poco diferente. El día viernes, como casi to
dos los días, don Eulogio ve los titulares de las noticias nacionales de las 7:00 de la noche y antes de que inicie la sección futbolera, perdón deportivo y de entretenimiento sexual (por las piernas y senos enseñados, quizá para hacer olvidar el dolor del país) al final de las desinformaciones de la realidad nacional, don Eulogio se va a dormir. Creo que el sí sabe que no puede olvidarse de la situación del país, por eso se re
tira de su silla preferida, casi única, antes de que sus pensamientos y reflexiones se vallan para otro lado. Sin importar si sus hijos y nietos le hagan ruido viendo televisión, jugando bingo, o riéndose de sus vidas, él duerme y cuando el relo
j marca las 2:15 de la madrugada del día sábado, él ya está “atizando” el fogón, buscando brasas prendidas del día anterior, para preparar el café del día.
Mientras espera que hierba el agua, mira concentrado la candela, tal vez buscando respuesta a las inquietudes surgidas de la noche anterior al ver las malas noticias del mundo. Después de colar el tinto, se toma un buen sorbo, casi amargo, y de inmediato procede a sacar los 8 racimos de plátanos, guayabos y guineos que, para el día de hoy dejo listos desde la tard
e del día viernes. Cuando son las 2:45 de la mañana, pita en el camino un carro, ya don Heriberto su conductor, sabe dónde están los plátanos y en medio de la fresca y oscura madrugada, los acomoda en la parrilla, arriba del carro. Cuando don Eulogio sale, solo debe subirse a su puesto ya fijo de todos los sábados y emprender el viaje hacia la galería, su segundo hogar, que es una cita de amor a la que no puede faltar cada ocho días.
Son cientos de personas que tiene su rutina de amor por sí mismos, cada día de mercado. Casi toda la noche llegan los campesinos, los indígenas y los afros, claro a nadie le importa su origen racial, aquí lo importante es que se cumple con un m
omento de vida colectiva. Hay quienes vienen como la señora Isabel o don Eulogio a vender un par de productos cosechados en su pequeña parcela, para con esto completar el mercado de la semana, otros van a comprarle a ellos para, luego revenderle a quienes van a llevar para su puesto de venta en la misma galería, llevar a una tienda de barrio o llevar a las grandes ciudades como Cali, Popayán, o hasta Bogotá, la gran capital. Como sea, el día de mercado es una faena en la vida de casi todo el pueblo.
Aun esta oscuro en Piendamó, pero, por el frío que se siente, ya se vislumbra lo que será el día de hoy en la plaza de mercado y en todo el municipio… hay mucha neblina, que se ve bajar como un camino blanco del cielo, que se mete entre los toldos y los bultos de la plaza de mercado… eso poco importa, el día transcurre casi normal, nadie se queja para nada, solo se sube el cierre de la chaqueta o se baja la ruana, qu
e estaba cubriendo solo la espalda pero, que ahora se hace necesario cubrir la parte de adelante. Sin decir nada, solo para estar más tono con el color del clima en el momento, se hace cola en el sect
or de las comidas para tomarse un buen café caliente.
Amanece lleno de neblina el pueblo…
Ya amanece y el pueblo esta cobijado por una bonita cobija de neblina que acaricia, y arrulla, especialmente en la galería, donde la vida social inicia desde el día anterior. Este es el punto de encuentro entre amistades, que no solo negocian productos del campo, si no que enriquecen su vida compartiendo, informando y soñando en un momento juntos. Aquí se planean y establecen fechas de los campeonatos de
fútbol de las veredas, aquí se hace la invitación al festival, a la gallera, a la fiesta de cumpleaños, al bautizo de la nueva generación que empieza a florecer, como lo hace el café cada año. “Compadre me le lleva estos mil pesos y esta panela al ahijado y que en vacaciones lo esperamos allá en la casita,” “vea le dice a don Germán que no le pude bajar el trapiche por que no he acabado la molienda, no ve que está lloviendo mucho”, si siguiéramos escudriñando cada conversación de todos los que se encuentran, se podía reescribir las mil y una noche de nuevo o don Gabriel García Márquez debería volver a nacer para escribir tantas historias que aquí se acaban de construir.
Envueltos y arepas blancas de doña Bernarda.
Muchos colores y sabores se mezclan en cada rincón de la plaza de mercado, granos, arepas, envueltos, fritanga, papas, cebollas, carnes, verduras y frutas frescas… mucha comida más estantes y mesas llenos de jabones y utensilios usados en el aseo personal; Juguetes, ropa, zapatos, pasando por llantas, herramientas y hierros retorcidos que se pueden convertir en la salvación para reparar máquinas y aparatos raros que en cada casa podemos encontrar, definitivamente es grande el inventario de los cientos de productos que pasan por un día mercado.
A medida que pasan las horas, más gente sale al mercado, ya son las 12:00 meridiano y la neblina aún está cobijando a los que deambulan por la galería, o por las calles del municipio, porque es día de mercado y el pueblo entero está dispuesto a este ritual que le da vida a Piendamó. En un rápido recorrido, todo parece normal, pero no sabemos qué problemas o sueños raros abundan en los pensamientos de la gente. Los carros llenos de gente y cargados de mucha ilusión entran y salen del pueblo, los negocios se realizan con éxito, la despensa de la casa, se llena con el mercado de la semana; Por el clima de hoy, pareciera que este, es el lugar donde el cielo se une con la tierra, pero, eso creo no le interesarle a nadie. La vida continua, tal vez aquí l
a gente se está acostumbrando a vivir en un paraíso, que está rodeado de mucho conflicto social. Esa, es tal vez la razón por la cual, don Eulogio en la vereda san José, medio ojea las noticias y se va a dormir temprano, porque él sabe que pasé lo que pasé, el día sábado tiene una cita en la plaza de mercado, con un mundo total mente diferente al que en la televisión nacional le quieren imponer.
los colores y sabores de la plaza de mercado
Aun esta oscuro en Piendamó, pero, por el frío que se siente, ya se vislumbra lo que será el día de hoy en la plaza de mercado y en todo el municipio… hay mucha neblina, que se ve bajar como un camino blanco del cielo, que se mete entre los toldos y los bultos de la plaza de mercado… eso poco importa, el día transcurre casi normal, nadie se queja para nada, solo se sube el cierre de la chaqueta o se baja la ruana, que estaba cubriendo solo la espalda pero, que ahora se hace necesario cubrir la parte de adelante. Sin decir nada, solo para estar más tono con el color del clima en el momento, se hace cola en el sector de las comidas para tomarse un buen café caliente.
Ya amanece y el pueblo esta cobijado por una bonita cobija de neblina que acaricia, y arrulla, especialmente en la galería, donde la vida social inicia desde el día anterior. Este es el punto de encuentro entre amistades, que no solo negocian
productos del campo, si no que enriquecen su vida compartiendo, informando y soñando en un momento juntos. Aquí se planean y establecen fechas de los campeonatos de fútbol de las veredas, aquí se hace la invitación al festival, a la gallera, a la fiesta de cumpleaños, al bautizo de la nueva generación que empieza a florecer, como lo hace el café cada año. “Compadre me le lleva estos mil pesos y esta panela al ahijado y que en vacaciones lo esperamos allá en la casita,” “vea le dice a don Germán que no le pude bajar el trapiche por que no he acabado la molienda, no ve que está lloviendo mucho”, si siguiéramos escudriñando cada conversación de todos los que se encuentran, se podía reescribir las mil y una noche de nuevo o don Gabriel García Márquez debería volver a nacer para escribir tantas historias que aquí se acaban de construir.
Muchos colores y sabores se mezclan en cada rincón de la plaza de mercado, granos, arepas, envueltos, fritanga, papas, cebollas, carnes, verduras y frutas frescas… mucha comida más estantes y mesas llenos de jabones y utensilios usados en el aseo personal; Juguetes, ropa, zapatos, pasando por llantas, herramientas y hierros retorcidos que se pueden convertir en la salvación para reparar máquinas y aparatos raros que en cada casa podemos encontrar, definitivamente es grande el inventario de los cientos de productos que pasan por un día mercado.
Vida social el día de mercado
A medida que pasan las horas, más gente sale al mercado, ya son las 12:00 meridiano y la neblina aún está cobijando a los que deambulan por la galería, o por las calles del municipio, porque es día de mercado y el pueblo entero está dispuesto a este ritual que le da vida a Piendamó. En un rápido recorrido, todo parece normal, pero no sabemos qué problemas o sueños raros abundan en los pensamientos de la gente. Los carros llenos de gente y cargados de mucha ilusión entran y salen del pueblo, los negocios se realizan con éxito, la despensa de la casa, se llena con el mercado de la semana; Por el clima de hoy, pareciera que este, es el lugar donde el cielo se une con la tierra, pero, eso creo no le interesarle a nadie. La vida continua, tal vez aquí la gente se está acostumbrando a vivir en un paraíso, que está rodeado de mucho conflicto social. Esa, es tal vez la razón por la cual, don Eulogio en la vereda san José, medio ojea las noticias y se va a dormir temprano, porque él sabe que pasé lo que pasé, el día sábado tiene una cita en la plaza de mercado, con un mundo total mente diferente al que en la televisión nacional le quieren imponer.
Piendamó,  10 de abril de 2012

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