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21 julio, 2019
En el mundo andino-campesino de  nuestras raíces cocinar a menudo se hacía colocando piedras calientes en recipientes para cocinar y se usaba mucho la huatia, un tipo de horno de tierra y la paila, un cuenco de barro.

El significado cultural de la alimentación a veces contradice al hecho biológico en sí. 
Sobre todo porque los alimentos tienen significados muy variados.


Entran en nuestras vidas no solo por ingestión sino por otras muchas vías, a menudo por influencias externas. Actualmente mucho más con la publicidad, los medios de comunicación y hasta las redes sociales. 

En los albores de la historia la gran mayoría comía los productos que se daban en su entorno, a veces fruto de la agricultura y otras de la oferta natural. 

Costaba conseguirlos y por eso se apreciaba como algo extraordinario la variedad. Esto ha sido así hasta pasada la Segunda Guerra Mundial, por lo menos en el mundo occidental. 

Pero en todas las sociedades se han dado alimentos “consumibles” que no han sido consumidos. Productos que sí son apreciados por otras agrupaciones humanas, incluso.

 La elección de unos alimentos u otros ha estado ligada muchas veces a la exigencia tecnológica o a la economía. Puede que tenga que ver el “gusto” pero la mayoría de las veces el factor determinante son las creencias en cuanto a las buenas propiedades o a los malos efectos de los propios alimentos.

Los Incas a menudo pasaban por momentos de escasez de alimentos porque podían conservar y almacenar muchos de sus cultivos.

 Se estima que en cualquier momento dado en la historia de los incas, hubo alimentos por valor de tres a siete años en los almacenes estatales.

 En las altas elevaciones de los Andes, colocar patatas y tubérculos similares en los días secos y las noches frías los liofilizaría en cuestión de días. Los agricultores ayudarían en el proceso al cubrir los cultivos para protegerlos del rocío y al pisarlos para liberar el exceso de agua rápidamente. Además de frutas, verduras y raíces, el Inca también conservaba la carne secándola y salandola, lo que la convertía en un alimento completo.

 Estas técnicas de conservación de alimentos, combinadas con su sistema de carreteras de largo alcance, permitieron al Imperio Inca soportar las sequías y tener los medios para alimentar a un ejército permanente.

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